Comentario
Un apartado especial dentro de los antropomorfos merecen las figurillas denominadas venus, que son la categoría principal de las representaciones humanas en el arte mueble. Se trata de pequeñas esculturas que representan mujeres, desnudas o casi desnudas, de formas macizas, frecuentemente con una modulación pronunciada de los atributos femeninos y con una intencional abreviación de la cabeza y las extremidades. En su mayoría se acentuaron la obesidad y los órganos sexuales, lo que hizo decir a K. J. Narr que, en ellas, se subrayaba la zona de la alimentación y de la concepción. Mucho menores en número son las estilizadas o esquematizadas. El tamaño de todas ellas oscila entre 5 y 25 centímetros de altura. En la actualidad su número rebasa el centenar. Cada lector recordará alguna, pues su imagen corre por las primeras páginas de todas las historias generales del arte.
El primer trabajo dedicado al estudio de las figuras femeninas en el arte paleolítico se debe a E. Piette, quien en 1895 describió las estatuillas de marfil que encontró con Laporterie en la Grotte du Pape (Brassempouy, Landes). Además, fue el primero en plantear el problema de la esteatopigia en las mujeres del Paleolítico. Posteriormente, R. Verneau en 1925, G. H. Luquet en 1934, y L. Passemard en 1938, establecieron catálogos de dichas estatuillas. Luquet distinguía cuatro tipos: el académico, que se acerca a nuestras estatuas clásicas por el equilibrio de sus proporciones; el esteatopigíco, cuyas partes grasas sólo se observan al ser mirado de perfil; el esteatomero, de caderas y muslos exagerados que se perciben tanto de frente como de lado; y, por último, el que comprende las que presentan carnosas todas las partes del cuerpo.
Passemard se planteó particularmente el problema de la esteatopigia, llegando a la conclusión de que este fenómeno anatómico, tal como ha sido observado por los etnólogos y antropólogos en las mujeres hotentotes, no se encuentra en ninguna de las estatuillas femeninas del Paleolítico. Luego se publicaron los trabajos de F. Háncar en 1940, de A. Leroi-Gourhan en 1965, de Z. A. Abramova en 1966 y de L. Pales de 1981. Pero, la máxima obra de síntesis y análisis hasta el momento es la de H. Delporte, "L´image de la femme dans l'art préhistorique" (1979), traducida al castellano en 1982, cuyo catálogo se puede considerar exhaustivo hasta el momento. Delporte establece cinco grupos de figuras en orden geográfico: pirenaico-aquitano, italiano, renano-danubiano, ruso y siberiano. En su libro las piezas están minuciosamente descritas con examen particular de las técnicas, el estilo, la cronología y el significado.
Volviendo a las propias figuras, hay que indicar que son de una ejecución muy cuidada; el escultor puso una gran atención en resaltar los detalles que le interesaban, descuidando los que consideraba inútiles, como los pies, los brazos y las manos, y especialmente la cara. Por lo general han sido encontradas en lugares de habitación, si bien hay que tener en cuenta que muchas fueron halladas hace mucho más de medio siglo. Constituyen en su conjunto más de dos tercios del total de la pequeña plástica del arte cuaternario. Curiosamente, faltan en la Península Ibérica -a pesar que a veces se citan dos ejemplares, El Pendo y La Pileta-, pero, en cambio, su repartición geográfica se extiende desde Francia e Italia, por la Europa central y oriental, hasta las llanuras de Siberia. Son bien conocidos los ejemplares de venus procedentes de Sireuil, Brassempouy, Lespugue, Tursac, Grimaldi, Savignano, Willendorf, Vestonice, Predmosti, Kostenki, Gagarino y Mal´ta. Si a las venus sumamos las representaciones parietales, su número se acerca a las doscientas.
¿Qué nos dice esta masa de documentos? Ante todo pone en evidencia el lugar preeminente de la mujer en la sociedad paleolítica. Incluso cabría hablar de santuarios femeninos, como el ya citado de Angles-sur-I'Anglin, con sus bajorrelieves de venus de medio cuerpo y acentuado sexo. También es posible plantearse la pregunta de si los más antiguos santuarios no tuvieron sólo este carácter. Recuérdense a este propósito las vulvas profundamente grabadas de La Ferrassie y de los abrigos Blanchard y Castanet que ahora se conservan en los museos de Saint-Germain-en-Laye y de Les Eyzies. Los bloques decorados de estos tres lugares, todos del Auriñaciense, proceden del hundimiento de las respectivas bóvedas. En La Ferrassie, los bloques contienen esquemas de animales en negro y rojo y numerosas líneas grabadas, entre las que destacan las vulvas ovaladas o circulares -las más antiguas- y triangulares -las más recientes-. De esta forma, hacia el 30000 a. de C., mientras que para los animales se nota un esfuerzo de realismo visual, el primer signo que se encuentra representa un órgano genital femenino. Se podrá discutir si se trata de representaciones realistas o de símbolos. Lo que ciertamente manifiestan es un gran poder de abstracción al figurar la parte por el todo.
El significado concreto de las venus se nos escapa. Pudieron ser representaciones de la gran madre o de la abuela del grupo social, la protectora de los animales, la diosa de la fecundidad e, incluso, ideales de belleza.
Pero si queremos avanzar más en el conocimiento del papel de la mujer en la sociedad paleolítica a través de sus imágenes, debemos trasladarnos a la Europa central y oriental y a Siberia. Las circunstancias del hallazgo de las venus de Elisseevici (Ucrania) y de Willendorf II (Austria), demuestran que, en algunas ocasiones, estas estatuillas coronaban amontonamientos de ofrendas. B. Klíma puso en relación una pequeña lámina de marfil de Dolní Vestonice (Wisternitz, Moravia), que lleva el grabado de una cabeza caricaturesca y asimétrica, con el esqueleto de una mujer de unos cuarenta años de una tumba del vecino yacimiento de Pavlov que presentaba un defecto en uno de los lados de su cara. ¿Retrato? El propio Klíma ha subrayado el papel que sin duda tenía la mujer en cuestiones rituales dentro del marco doméstico. Más hacia el este, algunas estatuillas fueron encontradas dentro de las cabañas. En Gagarino (Ucrania) se descubrieron siete venus colocadas a lo largo de las paredes internas de una cabaña de forma oval, de 5,5 metros de longitud, y con un hogar único, lo que hace pensar que aquellas eran de propiedad individual y estaban situadas en el lugar que cada persona tenía destinado para dormir. En el campamento de Mal'ta (Angara), con sus cabañas alargadas, probablemente colectivas, se encontraron las figurillas siempre en el lado izquierdo a partir de la entrada.
Para los ejemplares de venus de la Europa occidental, en la mayoría de los casos se desconoce su relación con las estructuras de los yacimientos. Un caso particular es el de Laussel, donde la venus, en forma de bajorrelieve, está asociada a una figura menor de hombre que, por su posición con el brazo levantado, puede considerarse que cumple un acto ritual. La mujer, que no tiene cara, inclina la cabeza hacia su derecha, como si mirase el cuerno de bisonte que sostiene con la mano derecha levantada; la mano izquierda descansa en la parte baja del cuerpo. Estas figuras estuvieron pintadas de rojo y es indudable que formaban parte de un santuario móvil, al aire libre. Otros casos, como por ejemplo la plaqueta de la "femme au renne" de Laugerie Basse, ponen en relación la figura de la mujer con la de un animal, hecho que tiene importancia en el sistema interpretativo de A. Leroi-Gourhan.
Y para cerrar este apartado, recuérdese uno de los misterios del arte paleolítico: para la importante provincia de este arte que constituye la Península Ibérica no tenemos ninguna venus ni representación femenina naturalista. Lo que si está presente es un santuario de las vulvas, de color rojo, en una empinada galería de la cueva de Tito Bustillo (Ribadesella, Asturias).